martes, agosto 18, 2009

La casa del pajarito enamorado ...

A simple vista la casa de este pajarito podría estar ubicada en un país tropical o en un idílico y frondoso parque ... pero cuando (pasar el cursor sobre la foto), alejamos la imagen, nos topamos con la realidad, su guarida (que parecía ideal para el pajarito y su familia), se transforma en un sitio sucio, feo y muy dejado, en el centro de Barbastro. Esperemos que a este pajarito le toque lo antes posible una mejora de su entorno más cercano, sobre todo a ras del suelo.


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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuando viajo por otras ciudades, muchas tienen un parque en medio de la ciudad,voy a poner dos ejemplos cercanos como Huesca o Estella (Navarra).

Aquí quedaría un parque para nosotros y para las generaciones venideras, eso es invertir en futuro ni no ser cortos de vista...

primo1 dijo...

Cuando una tarde calurosa de agosto veo a unos turistas pasear por Barbastro a las 4 de la tarde siempre pienso lo mismo: ¿Dónde irán ahora? Llegan hasta el curce del "Cortés" o hasta el puente del Amparo, y se dan la vuelta. Claro, más allá de lo que puedan ir a ver, y después de comer ¿dónde vas a ir en Barbastro?

El entorno que sale en las fotos tiene unos 20000 metros cuadrados, es húmedo, con vegetación ¿Os imagináis la rentabilidad social de un parque en medio de la localidad? Ancianos paseando, niños jugando, adultos sentados leyendo o viendo pasar el tiempo. La rentabilidad sería no económica pero sí social. Opino que se tenemos la obligación de dejar a las generaciones venideras un pueblo mejor que el que hemos recibido de nuestros antepasados, y esta actuación que sugiero creo que marcaría un hito en el devenir de la ciudad. Pensad en el Huesca de los años 30 y lo que supuso planear el parque. Ya sé que cuesta dinero, pero hemos de pensar en nosotros (presente) y en el mañana, para que nuestros conciudadanos del futuro tengan un pulmón verde y lugar de esparcimiento, remanso de tranquilidad.

Me desilusionaría ver ese espacio lleno de cemento y pisos, y bloques, en fin...